jueves, 22 de noviembre de 2007

Musculman. Aquellos maravillosos años

He de reconocer que los jóvenes de nuestra generación hemos tenido mucha suerte. Por mucho que nos quejemos, hemos tenido una infancia plena, llena de diversiones y entretenimientos de calidad. Disfrutábamos de videojuegos donde la jugabilidad primaba ante cualquier otra cosa, donde no todo eran gráficos y marketing. Veíamos programas de televisión entretenidos –Humor Amarillo o Pressing Catch-, además de series entrañables y adictivas –como la antigua Mission Impossible o la legendaria V-. Y también teníamos dibujos animados. De los buenos. A series maravillosas como David el Gnomo, Chicho Terremoto o Las Tortugas Ninja, se le unían algunas series occidentales de superhéroes que nos calaron hondo, como Spiderman, Batman o X-Men. Además, empezaba el boom del anime, con series como Dragon Ball, Caballeros del Zodiaco, Oliver y Benji o el Dr. Slump. Y entre todas esas series, archiconocidas ellas, se escondían verdaderas perlas, auténticos tesoros desconocidos para muchos, pero inolvidables para esos pocos que tuvimos la suerte de poder echarles el lazo. Una de ellas, mi favorita, se llama Musculman (Kinnikuman en la versión original).

Sin embargo, pese a lo que se ha comentado, no todo era de color de rosa. Era una época en la que la censura ya había hecho estragos (hay cosas que nunca cambian). En Dragon Ball censuraron muchas escenas -aunque no lo sepáis- y series como Los Caballeros del Zodiaco –Saint Seiya para los amigos- directamente fue erradicada de la parrilla por muchísimos motivos. A razón de un motivo por 10 litros de sangre derramada aproximadamente. Sin embargo, pese a los males sufridos por algunos de sus colegas de profesión, Musculman salió indemne de tan brutales ataques. Es posible que el hecho de que no hubiese mucha sangre, así como que simplemente se hubiese difundido en la TV3 y C9 únicamente fuesen los principales motivos para que esto no ocurriese, pero incluso con ello, no me explico cómo sobrevivió tantos años en pantalla. Si se hubiesen dignado a verla, quizás hubiesen actuado de otra forma. Pero bueno, tampoco es que me vaya a quejar.

Sobre el argumento, he de decir que no me he dignado a realizar ningún chiste. Hay momentos en los que la seriedad ha de mantenerse porque es lo correcto, y actuar de otra manera sería faltar al respeto de los creadores de la serie. Sacado de la wikipedia al completo y copiado al pie de la letra, dice así: “La historia nos narra, en clave de humor, las aventuras de Musculman/Kinnikuman, cuyo verdadero nombre es Suguru. Se trata de un estrafalario superhéroe, un príncipe venido del planeta Músculo (Kinniku), al que su madre arrojó desde allí en una bolsa de basura confundiéndolo con un cerdo. Es quizá el luchador más poderoso pero, continuamente, sus disparatadas ideas le hacen pasar un mal rato. Practica la lucha libre y adora el Gyuudon (estofado de carne en la version hispana). El ajo le otorga una fuerza mágica, en parte obtenida por los gases que le produce.” Podría seguir, pero creo que es suficiente para hacernos una idea.

Pese a este inicio de serie, el argumento va cambiando poco a poco, hasta que llega al punto de consistir en una sucesión de peleas en un cuadrilátero y en el cual Musculman deberá derrotar a toda la fauna que se le ponga por delante. Lo de Fauna en mayúscula y negrita. De hecho, los creadores de la serie hacían a sus personajes a partir de dibujos que les mandaban sus lectores, así elegían los que más les gustaban y aparecían una vez que pasaban la criba. Algo como el Casting de Operación Triunfo pero mucho más en serio y mejor montado.


Gracias a este peculiar método, acabaron apareciendo personajes tan carismáticos como Terryman, Robin de les Estrelles, Menjatallarins, Warsman o Brockman (censurado en la versión americana por su aspecto de Nazi), amén de otros muchos más raros como Muntanya Forta, Forat Negre o un tío con forma de lavabo el cual provocó que, en mi tierna infancia, me acercase al baño con recelo durante aproximadamente varias semanas. Por supuesto, había otros personajes verdaderamente carismáticos, como los padres de Musculman, Decta Cubitus e Iwao (llamado "Pedro la Rocalla" por estos lares) o los dos comentaristas. Un argumento muy simplón, cierto, pero muy bien llevado y que cumple sobradamente con la verdadera misión de esta serie: divertirte y hacerte reír. Tengas la edad que tengas.

Y es que la serie de Musculman es como un buen pedo, si se me permite un símil tan burdo. Nadie lo reconocerá, claro está, pero los cuescos son el súmmun del humor. Y no es broma. Conozco a mucha gente que odia los sketches de los magníficos Monty Python; otras personas que aborrecen los monólogos de la Paramount que tan de moda se encuentran ahora; e incluso cualquier cómico que se encuentra en la cima del éxito, pronto o tarde caerá para mezclarse entre la mediocridad que abunda en este mundillo. Pero suéltate una ventosidad en el momento oportuno, y todo el que la haya oído se estará riéndose a carcajadas como si fuera el mejor chiste que se haya contado en la historia. En el neolítico, en la Edad Media o en la actualidad. En Japón, en España o en Madagascar. Déjate llevar, libera el vientre en cualquier instante y en cualquier lugar, y la gente te aplaudirá y jaleará por ello. Y con razón. Así pues amigos, tirémonos más pedos; apoyemos el humor anal. El mundo nos lo agradecerá.

Musculman, como ya se ha dicho, posee la esencia de un cuesco bien tirado: en cualquier momento te puede hacer gracia. Sin ir más lejos podría hablaros de mi caso. La primera vez que vi esta serie fue cuando tendría cinco años o así, y me dejó un recuerdo imborrable. Peleas entretenidas y que derrochaban sentido del humor a raudales. En aquella época, no podía pedir más. Yo tenía una mente simple, y exigía algo sencillo y fácil de digerir. Y Musculman me lo aportaba. El protagonista era un héroe estúpido que se acojonaba cada vez que entraba al ring y que se caracterizaba por hacer el imbécil cada dos por tres. Era el antihéroe por excelencia, y cada vez que aparecía la vergüenza ajena estaba asegurada. Incluso la gente del público, o algunos de los malos, tenían sus momentos y eran capaces de arrancar una carcajada al más pintado. Quizás fuesen recursos muy simples, pero estaban bien conseguidos. La similitud con el cuesco se hace cada vez más palpable. Pero la cosa no quedaba ahí.

Pasó el tiempo y me olvidé de la serie. Hasta que llegó el momento apropiado. Hará más de un año aproximadamente que decidí volver a verla. La nostalgia es un sentimiento difícil de vencer, y pese a mucho esfuerzo intentando resistir, al final me rendí a ella. He de decir que sentí mucho miedo antes del visionado de la serie. Miedo por ver algo ñoño e infantil, por sentir decepción tras tantos años y tantos gratos recuerdos relacionados con tan magna serie. Pero no me defraudó. Obviamente, mi nivel de exigencia era mayor que el anterior, por lo que fue una grata sorpresa el hecho de comprobar que me seguía gustando la serie. De una forma diferente quizás, pero la magia aún perduraba. Las tonterías de Musculman y sus amigos seguían siendo graciosas, por supuesto, pero a estas alturas uno pide más. Y es en ese momento en el que te das cuenta de que la serie no era tan superficial como recordabas. Tenía un humor mucho más adulto. Pequeños chascarrillos o críticas subliminales agazapadas tras las superfluas muestras de gracia simplona que tanto me habían encandilado de pequeño. Retomemos la analogía para entenderlo mejor. El cuesco. Recordad a nuestro amigo el cuesco y entenderéis lo que quiero decir. Cuando alguien se tira un pedo ahora, por supuesto que me hace gracia -¿y a quién no?-, pero no sólo por el hecho de escucharlo. Hay otros factores que anteriormente ignoraba pero que ahora valoro mucho más: tipo de sonido, si ha sido en lugar público, la reacción del causante ante el suceso –vergüenza, orgullo, inquietud-, el hecho de soltar alguna frase justificando dicha acción, la posibilidad de que venga con pegatina… Hay muchos factores que antes no tenías en cuenta, más sutiles y fuera del alcance de nuestra mente infantil, pero que ahora contribuyen a que esa situación mantenga la misma gracia que tenía hace muchos años.


Musculman ha sido y es una serie especial. Si le preguntas a la gente de nuestra generación sobre qué serie de su infancia le ha marcado más, seguro que la mayoría dirá que Dragon Ball o alguna de éxito semejante. En mi caso, esto no se cumple en absoluto. Es posible que, en su momento, la serie de Toriyama me hubiese llamado más la atención o me hubiese gustado más, pero ahora, con conocimiento de causa, sé que Musculman ha calado mucho más hondo en mí que cualquier otra serie. Por mi forma de ser y de actuar. Por ese modo de ver la vida, siempre con sentido del humor y riéndome de todo y de todos, especialmente de mí mismo. Incluso en los peores momentos. Por permitirme ver el vaso medio lleno en la mayoría de ocasiones. Gran parte de esto se lo debo agradecer a esta serie, y con esa intención me he lanzado a escribir esta actualización. Sé que no le hace justicia, pero doy fe de que lo he intentado.

Como decía al comienzo, esta serie es un tesoro escondido, invisible en un principio pero que si finalmente encuentras agradecerás. Es un Oasis entre las inmensas arenas del desierto, hállalo y la felicidad sustituirá al sufrimiento. Es una almendra en un surtido de frutos secos: escaso, escurridizo, pero que vale la pena esforzarse por conseguir. Musculman es, en definitiva, como un pedo en el viento. Escúchalo. Huélelo. Siéntelo. Si lo haces, la recompensa no tendrá precio.